Después de tres días movidos, la etapa 4 del Tour de Francia ha sido una auténtica vergüenza para los aficionados al ciclismo y el respeto de los propios corredores en el pelotón. Un tramo insoportable de 180 kilómetros que seguramente solo vieron los periodistas, directores de equipo y quizás los familiares de los pedalistas.
Ya se sabía que en todo caso no iba a ser una fracción con muchas emociones, pues era en su mayoría plana, sin mucho qué disputar en el camino y con el agravante de ser la fracción previa al ascenso de los Pirineos. Sin embargo, el pelotón se ‘fumó’ la etapa e incluso llegaron varios minutos tarde del tiempo pronosticado.
A ritmo de ciclo paseo fue la mayor parte de la fracción, parecía un acuerdo tácito entre los capos de las escuadras que entendiblemente guardaban energías para la alta montaña de los Pirineos donde se espera un mimo a los aficionados, pero las formas fueron realmente penosas en cuanto al ritmo sobre la bicicleta y las críticas de prensa y fanáticos en redes sociales son abrumadoras, tal cual ha pasado en otras carreras de menor o similar importancia.
Pero estamos hablando del Tour de Francia, la competencia madre más esperada del año, la de los mejores corredores, patrocinadores y premios económicos; por lo que se reclama algo de espectáculo, o al menos voluntad de sacudir algo. Incluso es entendible entre los hombres de la general, pero fue increíble que ni siquiera hubo una fuga en los primeros 100 kilómetros de ‘ciclopaseo’ y ningún equipo mediano intentó poner un ritmo diferente.
Recién a 80KM de meta Benito Cosnefroy y Anthony Delaplace tomaron la iniciativa de despegarse cerca de un minuto y al menos mostrar los maillots de sus equipos a las cámaras de la transmisión y a los fanáticos en la ruta. Y es que ni siquiera el sprint intermedio ganado también por Philipsen tuvo emoción y lo único destacable fue un ‘arrancón’ de Van Aert que duró 15 segundos.
Obviamente fueron cazados y recién a 10 kilómetros de meta el pelotón le puso seriedad a la carrera en pro del emotivo embalaje que ganó Jasper Philipsen ante Caleb Ewan esquivando tres caídas insólitas en un autódromo de gran espacio y asfalto perfecto.
La queja general no pasa por el trasegar de la etapa que más o menos era previsible de esta manera, sino por las formas en que se dio la situación y el bajo ritmo ante un público ávido de ciclismo. Culpa de los ciclistas, pero también la organización en sus trazados… Y por supuesto que de nuevo se abre el debate sobre cambiar la modalidad de algunas carreras por etapas o al menos acortar distancias en fracciones planas donde simplemente se espera la acción de los sprinters.