* La firma de Nicolás Flórez Parra
¡Qué semanita! El fútbol colombiano nunca deja de sorprender y decepcionar. Los recientes hechos están retratando la realidad de un sector enfermo y desquiciado que desde hace mucho está pidiendo cambios de raíz. Sin embargo, las flojas gestiones dirigenciales y la podredumbre que ya han hecho nido en el deporte más popular del país son una tachuela.
Se explicó desde un inicio que esta sección de opinión habla sobre los asuntos inauditos que suceden por estas latitudes en el ámbito deportivo. Se ha criticado a dirigentes, jugadores, aficiones y también periodistas o malos intentos de este oficio, que, de cualquier manera, hacen parte del ecosistema. Sin saber si tiene que ver con con lo que se escribe aquí, últimamente escucho menos eso del ‘trivote‘ y también noté cierto cambio del ladronzuelo de noticias, que, aunque sigue inventando cosas, ahora está dando crédito por la información a ciertos colegas.
Sería de iluso pensar que las ideas que aquí plasmo podrían realmente tener un impacto positivo en lo que tiene que ver con el oficio del periodismo, pero a veces me gustaría soñar que sí. Sería en lo único, porque cambiar lo que está sucediendo institucionalmente en el fútbol colombiano parece una tarea imposible. Acá cumplimos con informar y analizar, pero los verdaderos responsables de mejorar las cosas están en otro lado.
Cuando creía que había encontrado el tema para opinar este lunes, se me caía. Tres veces tuve que modificar la idea porque los hechos que acontecían horas después superaban en gravedad a los anteriores. Finalmente, decidí hablar de tres, todos relacionados con el fútbol colombiano. No hay manera de sentirse orgulloso, pues, una vez más, ha quedado demostrado en la porquería de país en el que vivimos.
Atlético Huila y la idiotez de la semana
Un gol de Andrés Llinás en el último suspiro le dio a Millonarios el triunfo 2-1 sobre Atlético Huila. El equipo opita y aquellos que quieren buscar polémica en todas partes encontraron el momento perfecto para protestar que el árbitro haya permitido jugar más tiempo del que inicialmente anunció. El tablero electrónico marcó siete minutos de adición y la agónica anotación llegó cuando el cronómetro estaba 98:13.
Diego Corredor, director técnico de Atlético Huila, se quejó del arbitraje en la rueda de prensa después del partido. Dijo que se debía jugar el tiempo de adición que se había anunciado, no más de este o hasta que el rival anotara gol. A este entrenador tocará explicarle algo obvio: el árbitro tiene la potestad de reponer más si en la adición se perdió tiempo.
Corredor se estaba fijando en el momento en el que se terminaba el tiempo de adición, pero no cuándo comenzaba. Resulta que cuando se cumplieron los 90 minutos reglamentarios y se anunció la reposición, el partido se encontraba detenido porque al jugador del Huila Leonardo Escorcia le estaban curando un corte en la cabeza. Esto tomó desde el 88:08 y no fue sino hasta cuando el cronómetro estaba en 90:58 que el juego se pudo reanudar.
Creo que no hace falta enseñarle a un adulto a sumar ni restar, pero, a prueba de idiotas, condensaré esto: el primer minuto de la adición no se jugó. Sin tener en cuenta el resto del tiempo añadido que Atlético Huila perdió demorándose en poner en juego la pelota, es muy simple llegar a la conclusión que ese minuto desperdiciado lo tuvo en cuenta el colegiado Luis Delgado Hurtado y estaba dejando terminar la última jugada, lo cual duró 15 segundos más.
Qué manera tonta de exponerse a una sanción al salir a hablar de una supuesta mala conducta arbitral sin argumentos sólidos. La estupidez es atrevida, pero espero que el club no haya tenido la osadía de enviar una reclamación a la Comisión Arbitral por este asunto o quedará todavía más evidente la falta de pericia y de juicio. Y para que también se tenga en cuenta, el penalti con el que el Huila empató el marcador no debió ser sancionado. ¡No hubo falta! Si hubo un error del árbitro fue ese. En un fútbol colombiano donde abundan los malos arbitrajes es bien importante quejarse cuando toca, profesor Corredor.
El nuevo cartel
Como viene sucediendo año tras año, la institucionalidad del fútbol colombiano afronta un nuevo escándalo. El proceso judicial por el cartel de la reventa de boletas en la Eliminatoria pasada todavía no ha concluido y ahora aparece otra investigación de la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) por presuntas conductas desleales de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), Dimayor y la mayoría de los clubes profesionales.
Hay sospechas de acuerdos para pactar salarios por lo bajo y desmejoramiento de condiciones laborales para las futbolistas de la rama femenina. La SIC dice haber analizado 1.274 contratos y haber encontrado indicios de estas conductas en la mayoría de ellos. Aunque se ha explicado que habrá para los implicados la oportunidad de frenar las acciones en su contra si asumen una posición de negociación y ofrecen garantías, es fácil prever que eso no va a suceder. Las actuaciones anteriores en este tipo de procesos dejan anticipar que si eso sucede será solamente para ganar algo de tiempo antes de que venga la sanción.
De encontrar culpables aquí, tampoco pasará nada. Así opera la justicia en Colombia, siempre dejando una ventana de salida a los que tienen poder. Seguramente, los eventuales culpables volverán a pagar las multas con dineros comunes y no con los propios. Continuarán como si nada en sus cargos, porque sí que hay sinvergüenzas.
Un presidente asesinado
Si algo faltaba para poner el broche de oro era un asesinato. Mientras la gente estaba pendiente del partido en el que América de Cali iba a golear a Atlético Nacional, en Bogotá se cometía un homicidio. Édgar Páez, presidente de Tigres, fue atacado con arma de fuego cuando volvía a su casa después del partido contra Atlético el sábado.
Como está la inseguridad en Colombia, te matan por robarte un celular. Sin embargo, el dirigente del club de segunda división tenía un pasado que seguramente conducirá las investigaciones por otros callejones oscuros. El Tiempo ha reseñado que Páez fue inversionista de Independiente Santa Fe hace unos 15 años, época en la que dineros del narcotráfico permearon al club capitalino y se usaron los estados financieros para el lavado de activos. El Espectador apunta que también fue detective del desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) e investigador de la Fiscalía y que fue condenado a siete meses de prisión por el delito de lesiones culposas.
Las informaciones de los medios citados llevan entonces a pensar que el homicidio de Páez podría ser parte de una venganza entre mafias. Se menciona que las muertes violentas de Claudio Javier Silva en 2022, Luis Caicedo este mismo año y otros personajes asociados con los dineros ilícitos de Santa Fe a comienzos de siglo son una conexión imposible de dejar pasar por alto en este crimen.
Por ahora, el fútbol sigue como si nada. Con plena seguridad, puedo decir que si una situación de esta gravedad se hubiese presentado en un país como España, al menos se habría detenido la actividad de las competiciones como señal de duelo. Los tiempos violentos y oscuros conectados al fútbol han regresado a Colombia.
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