* La firma de Nicolás Flórez Parra
Qué agujero oscuro el que ha absorbido al Deportivo Cali. Se trata de uno de los clubes más importantes de la historia del fútbol colombiano y el horrible panorama que presenta genera serias preocupaciones, no solamente en el entorno Azucarero, sino en el balompié del país. La crisis institucional parece no tener solución a esta altura.
Se está hablando de una deuda que ronda los 100.000 millones de pesos —sí, cien mil millones—, lo cual equivale a unos 24 millones de dólares. Resulta inaudito que un equipo que levantó el trofeo de campeón en la liga en el segundo semestre de 2021 hoy esté así. Lo peor de todo es que no se ve escapatoria al doloroso descenso.
Los estatutos bajo los cuales está conformado el club pone a sus socios como iguales. Esto ha derivado en un lío a la hora de tomar decisiones, pues no hay nadie que ponga tal cantidad de dinero para arreglar la situación financiera o voluntad colectiva para cambiar la constitución a sociedad anónima y que un inversor entre a salvar la institución. El egoísmo y el orgullo es una enfermedad.
En lo que tiene que ver con incumplimiento de pagos a la nómina hay una situación límite y el Cali está al borde de perder el reconocimiento deportivo. Esta consecuencia, inevitablemente, terminaría en el descenso, pero abriría la puerta a que a que nazca un nuevo proyecto de club que sueñe con recuperar la grandeza de otras épocas.
De cualquier forma, el riesgo de perder la categoría en medio de la competencia al finalizar el 2023 está latente. La reciente salida de Jorge Luis Pinto como director técnico es otro pésimo síntoma y, para colmo, no fue por un asunto distinto que la insistencia de los directivos de fichar a Luis Sandoval.
Ni siquiera Dimayor puede darle una mano al Cali, pues ya ha adelantado dinero por conceptos de derechos de televisión y solamente se está abriendo un hueco para tapar otro. Todo apunta hacia un abismo con rumbo a la B, nivel mejor que una desaparición permanente.
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