Tras una llave llena de emociones y con mucho sufrimiento, Millonarios consiguió su título número 16 gracias al trabajo y la paciencia que tuvo Alberto Gamero como entrenador. Sudó como pocos, respiró y sacó la cabeza del agua para guiar al cuadro Embajador en una nueva vuelta olímpica. Esa que él siempre soñó desde que puso el saco de adiestrador.
Armar un equipo unido y fuerte
Cuando muchos pensaron que el título se le iba a escapar a Millonarios por el cansancio que traía de un semestre lleno de partidos. Sin embargo, siempre que puso un nombre, este dejó todo dentro del campo. Se le llevaron jugadores a la Selección, unos estuvieron en el Mundial Sub-20 y siempre tenía alguien para “tapar” ese hueco. Muchachos que estuvieron identificados con la mística del equipo y que fueron, siempre, una solución para Alberto Gamero. Remaron juntos, acompañados y esa fue la clave del éxito.
Un líder, el DT dentro del campo
Macallister Silva tomó las banderas de Millonarios. Fue el líder dentro del campo que todo equipo necesita. Hizo un esfuerzo físico inmenso y los momentos más complejos, se encargó de levantar a sus compañeros. No los dejó caer ni hundirse. Ama los colores y los hace respetar a como de lugar. Con la estrella 16 tuvo otro premio en la recta final de una carrera intachable.
Nunca caminaron solos
Un buen entrenador, con su líder… tenían que tener un plantel que entendiera el mensaje y que fuera siempre para adelante sin importar las adversidades. Se acompañaron y nunca caminaron solos. Ante la crítica o un mal partido, se daban la mano. No se dejaban derrumbar. Así lo mostraron en la vuelta ante el duro golpe que les propinó Nacional. Se unieron y fueron campeones.