*La firma de Nicolás Flórez Parra
El debate futbolístico que lleva dividiendo a Colombia durante dos años regresa en su momento más inesperado. No debería estar dentro de las proyecciones un espacio para discutir si James Rodríguez debe estar en la convocatoria de la Selección Colombia para la fecha FIFA que pondrá en frente partidos amistosos contra Irak y Alemania en este mes de junio.
Sin embargo, ya es tarde. El centrocampista ofensivo sin equipo ha iniciado lo que parece una campaña electoral para poner a sonar su nombre, agitar a las masas que viven de un recuerdo ya muy viejo y despertar razones sentimentales que no están respaldadas por argumentos serios para tenerlo de nuevo en la Tricolor. Vamos a ir recordando algunos hechos, del más reciente al más antiguo, para sentar el precedente de la equivocación de llamarlo al seleccionado.
Su llegada a territorio colombiano por estos días tuvo como propósito la promoción de ciertos negocios personales y, hasta ahí, todo tranquilo y dentro de lo normal que puede hacer una persona en el mundo libre de la economía. Alguno de los eventos que organizó tuvo como invitados a personas clave para ejecutar el plan que vendría después. Apuntar también que de las primeras cosas que hizo al desembarcar fue ponerse los cortos y la indumentaria de la Selección Colombia para mostrarse entrenando en un claro mensaje de disposición para Néstor Lorenzo.
Lobby
Llegó entonces la resonada entrevista que dio para los canales Win Sports y RCN. Fue un diálogo bien amistoso y poco crítico, que respetó en demasía los cuestionamientos y las contrapreguntas pertinentes en los temas que han sido escollo en su carrera. Para todas las polémicas tuvo una justificación, negó ciertos hechos que sí sucedieron y acomodó otros para no enfrentar la verdad que atormentó su pasado. Estas situaciones se profundizarán más adelante.
Lo cierto es que incluso tuvo su espacio para voltear los papeles y no fue nada menos que el cierre de la entrevista. Generó preguntas para los entrevistadores y los llegó a corchar en algunas. Algo rescatable llegó en el cuestionamiento de Rodríguez de por qué los periodistas se enojan tanto cuando un jugador no quiere hablar. Consciente o inconscientemente, la respuesta de Eduardo Luis López no iba a ser solo un sablazo para James, sino que iba a revelar una verdad que se estaba produciendo en ese mismo instante:
“Porque el jugador, en la mayoría de los casos, es utilitarista. O sea, usa al otro. Entonces, cuando necesita, va a la prensa, pero cuando no, se esconde. Ahí es cuando a uno le molesta. Hay que hablar siempre; en la buena o en la mala. O, si no puede hablar, pues uno entiende, pero hay jugadores que habitualmente no hablan. ¿Sí o no? O hablan solamente en la buena. A mí no me gusta que el futbolista me utilice. Cuando él necesita decir algo, me llama, pero cuando yo necesito que hable, él no quiere salir. Yo creo que eso también está mal”.
Resulta que esta salida mediática aparece tan solo a días de que Néstor Lorenzo tenga quedar su lista de convocados. Era el momento de que James aprovechara su esquiva imagen en diálogos con la prensa —porque en los espacios que controla él con sus amigos o en monólogo a través de redes sociales sí lo hace de forma más recurrente—, que genera un interés natural en el público y en los comunicadores o medios que tienen la oportunidad de hablarle, para decir lo que quiso, con quien quiso y como quiso. El plan está en marcha y se puso en esta situación porque él sabe que sin algo de apoyo popular y presión hacia el cuerpo técnico y los directivos su convocatoria está bien embolatada.
Moldear la realidad a conveniencia
Ya suena bastante absurdo el hecho de que un jugador que va a cumplir dos meses sin actividad competitiva se ponga la camiseta de la Selección Colombia, pero la posibilidad está. Existe porque ya sucedió en el pasado de la forma más insólita y tampoco resultaría extraño que su plan dé resultado en medio de las motivaciones de mercadeo por las que se guían tantas decisiones al interior de la Federación Colombiana de Fútbol.
De cualquier modo, James Rodríguez dio unas explicaciones inverosímiles para vender una imagen desajustada de la realidad y que sume a su plan de generar compasión por parte del público colombiano. Su salida escandalosa y conflictiva del Olympiacos de Grecia no fue más que otra demostración del lío que resulta manejarlo dentro de un vestuario.
Aseguró que cuando se fue a jugar al Al-Rayyan de Catar no fue por un tema económico, sino para estar cerca al Mundial que se iba a realizar a finales de 2022. Aquí vale la pena hacer una pausa y reflexionar: venga, en serio, ¿alguien se come ese cuento? ¿Quién dijo que un futbolista se va a la liga del país organizador de la cita orbital para tener alguna ventaja? Es evidente que su motivación fue el dinero —que no es algo reprochable— debido a que en Europa ningún club le iba a pagar un millonario salario a un jugador problemático, poco comprometido y que se lesiona tan seguido. Por eso fue que Rafael Benítez lo sacó de tajo en cuando asumió el mando del Everton.
También se atrevió a negar los problemas que tuvo con Zinedine Zidane en el Real Madrid, argumentando que cuando llegó para su segunda etapa, en 2019, ahí estaba el entrenador francés. Y sí, Zizou era el entrenador, pero lo tuvo en la plantilla casi que como obligación. Tras la finalización de su préstamo en el Bayern Múnich, se presentó el interés del Atlético de Madrid. No obstante, el cucuteño seguía dependiendo de su ficha con el club Merengue y se dio la negativa de dejarlo ir a uno de sus máximos rivales históricos. Así vino una temporada que terminó con el título de Liga, pero, contrario a lo que dice James, fue más lo que estuvo relegado que lo que jugó, a partir de una desastrosa actuación en Mallorca que le confirmó al director técnico que si quería remontar camino no iba a ser con el aporte del colombiano. Es más, a James se le olvidó que él mismo explicó en alguna de sus transmisiones bajo qué condiciones se dio su retorno:
“Me fui del Bayern porque ya lo tenía todo arreglado con el Atlético, pero el Madrid no me dejó ir al final. En el Bayern, fueron dos excelentes años. Jugué a un buen nivel y con grandes jugadores. Fue un equipo top, lo disfruté mucho. La vida es de experiencias y de las cosas se aprende. En el fútbol, uno no se maneja solo. Uno tiene jefes y, manden bien o mal, hay que hacer caso”.
Falta de respeto y ausencia de carácter
Donde sí se han hecho los ciegos con todo este tema es en la Selección Colombia. Lector, ¿sabía usted que el rendimiento en la Eliminatoria rumbo al Mundial de Qatar 2022 fue de casi el doble en los partidos que James no participó en comparación con los que sí recibió la oportunidad? El aporte del zurdo fue contradictorio a los resultados y todo terminó en desastre.
El mal rato se pasó por lo que, en principio, fue una buena decisión de Reinaldo Rueda al dejarlo por fuera, debido a que no estaba físicamente bien y las pruebas practicadas por el departamento médico de la Selección lo corroboraban. Esto provocó una pataleta del jugador acompañada de un comunicado y una transmisión en redes sociales en la que, en palabras de él, invitaba “a que no lo creyeran tan huevón”.
De manera inaudita, Reinaldo Rueda cedió ante la tremenda falta de respeto hacia él, su cuerpo técnico, los profesionales médicos y todo el país. Lo volvió a convocar en un momento en el que nada lo argumentaba: llegaba sin ritmo de competencia, con un golpe en las costillas y con una sanción en estudio por agredir a un árbitro en Catar. El seleccionador dejó a la luz una falta de carácter que al final ya sabemos en qué fracaso terminó.
Es momento de decir, más fuerte que antes, que la convocatoria se gana por méritos y no por palancas. Es hora de reconocer el esfuerzo que están haciendo tantos otros deportistas ejemplares en las canchas nacionales y del mundo. Un llamado de James Rodríguez es confirmar, nuevamente, que en Colombia no se aprecia el trabajo arduo y constante, sino que prima el nombre y el apellido. Al final, pueda que de poco sirvan este tipo de opiniones, pues como dijo Ramón Jesurun, presidente de la Federación Colombiana en algún momento reciente, ellos son los dueños del fútbol. Lo que sí depende de usted, de nosotros, estimado lector, es si este despropósito se va a cometer con el apoyo o el rechazo popular.
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