* La opinión de Nicolás Flórez Parra
Un resultado positivo maquilla un montón montón de cosas. En la victoria, las opiniones acomodadas siempre están a la orden del día y hacen un eco impresionante. Eso fue lo que sucedió con la Selección Colombia en su primer partido de la Eliminatoria sudamericana frente a Venezuela. Un 1-0 que a muchos los convencerá, pero que, evidentemente, dejó más sombras que luces.
No digo que la victoria no sea importante; claro que sí vale mucho ganar en el deporte. Sin embargo, los resultados son eso por sí mismos y no resisten un mayor análisis. Nuestra labor es ir un poco más allá y yo sí quedé decepcionado con varios asuntos que se presentaron antes y durante el juego. Es que el fútbol y cualquier deporte a un nivel profesional tiene todo un contexto que importa tanto como el momento de la competencia.
El ambiente influye muchísimo. Está claro que jugar de local es una de las mayores ventajas que puede tener un equipo. Barranquilla, como sede de la Selección Colombia, ya viene recibiendo muchas críticas desde la Eliminatoria anterior y con justa razón. Primero, es inconcebible que el Estadio Metropolitano no estuviera lleno. Eso ya habla bastante mal de la afición que viviendo allí tiene el privilegio de recibir al equipo nacional y no va a acompañarlo.
Para ser justos, tampoco es que estuviese vacío, pero es injustificable que el estadio no estuviese abarrotado. Además, otro punto crítico que volvió a repetirse es la actitud de, diría yo, la mayoría de personas que van a los partidos de la Selección. Es que esto es fútbol, no un desfile. Produce estrés ver a tanta gente estar pendiente de subir las fotos a redes sociales en vez de convertir en un hervidero emocional el escenario deportivo. Callado y en una actitud deprimente, no puede ser que lo que despierte al público sea un gol. No voy a dar clases de cómo animar, pero esto es un deporte pasional y el que no lo entienda que vaya y mire ajedrez.
Y si estamos hablando de tener sangre en las venas, la organización también debía haber contribuido a este propósito. No tengo absolutamente nada en contra de Jorge Nasra ni del género musical al que se dedica; al contrario, considero espectacular la sensibilidad que puede producir con su voz. Hombre, pero me parece que este no era el espacio indicado. Ya desde el himno salimos perdiendo y como con ganas de llorar. Reitero que no es culpa del artista: a él lo invitan y él cumple.
Así, tal cual, fue como jugó Colombia ese primer tiempo tan lúgubre. Ya en la entrada anterior de esta sección habíamos hablado sobre los errores de Néstor Lorenzo al armar la convocatoria. Si había un jugador con mérito y que seguramente iba a ser importante para el seleccionado colombiano era Jorge Carrascal. De hecho, fue el que cambió por completo el rumbo del partido nada más al entrar al segundo tiempo. Su llegada tarde a la concentración por problemas de itinerario en los trayectos aéreos estuvo a punto de marginarlo. Él fue el milagro.
Si en algo acertó el entrenador en primera instancia fue en no enviar a Carrascal a la tribuna y ya después en ponerlo a jugar. Está para ser titular y así debería ser. Los demás que esperen. Ese cambio por Juan Guillermo Cuadrado produjo también el movimiento de Jhon Arias como extremo por derecha y ahí fue importante, porque el invento de interior por izquierda del primer tiempo resultó en un desastre, pues solamente se dedicó a dar pases hacia atrás.
¿Qué hubiese pasado si ese cabezazo de Rafael Santos Borré no termina en gol? ¿De qué estaríamos hablando hoy con un 0-0? Esas son preguntas que vale la pena hacerse. Lector, le aseguro que sin la comodidad de la victoria hoy habría un incendio mediático contra la Selección Colombia. Se tildó de histórico y espectacular el triunfo en el amistoso contra Alemania. De hecho, Japón lo acaba de golear 1-4 y casi nadie habla de que en realidad le ganamos a la que probablemente sea la peor selección germana de la historia. Bueno, lo dicho: la victoria maquilla un montón de cosas y lo que se ha dicho aquí quedará como una mera anécdota, pues, después de todo, ya le ganamos por la mínima a la todopoderosa Venezuela.
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