Desde el 3er mundo: cambiar la regla del fuera de juego es una verdadera amenaza

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Árbitro asistente señalando un fuera de juego. - Theifab.com.
Árbitro asistente señala un fuera de juego. – Theifab.com.

* La firma de Nicolás Flórez Parra

Se viene hablando con fuerza de los cambios que podría tener el fútbol en tiempos muy próximos. Uno de ellos, tal vez el más sensible, tiene que ver con la modificación en los criterios para determinar que se ha configurado un fuera de juego. Se trata de un asunto delicado y por momentos absurdo, teniendo en cuenta que toda la táctica actual se basa en esta norma.

El impulsor más visible de la propuesta ha sido el entrenador francés Arsene Wenger. Más adelante aparecieron otras argumentaciones, pero la realidad es que lo que animó al hoy director de Desarrollo Mundial del Fútbol de FIFA a sugerir un vuelco es el fastidio que le producen las jugadas polémicas por milímetros. El planteamiento es que ya no se mire si hay alguna parte del cuerpo adelantada, sino que, para configurar el fuera de juego, el atacante deba tener todas las partes de su cuerpo por delante de la línea del penúltimo jugador del equipo que defiende.

Milímetros y suposiciones

Queda a la vista lo absurdo. Pensar en que las discusiones sobre los fueras de lugar milimétricos se van a acabar carece de sentido. Lo único que se hará es trasladar la polémica al último centímetro antes de que los cuerpos de los jugadores estén separados en la línea recta que se traza en el terreno de juego. Por ahí no se saca nada.

Ya referenciábamos que aparecieron otros argumentos. Ahora quieren abonar que la modificación favorecería a que haya más goles en los partidos y se mejoraría el espectáculo. El nuevo método ya se está poniendo a prueba en categorías inferiores, pero lo cierto es que no habrá certeza sobre esa teoría hasta que se aplique al nivel profesional.

También es válido suponer que no pasará mucho tiempo antes de que los equipos amarretes en propuesta ofensiva —que son bastantes— abroquelen todavía más sus líneas defensivas. Si de todas maneras es fácil que un defensor quede enganchado habilitando al atacante, pues metamos otro zaguero, pensarán.

A riesgo

Continuando con los escenarios imaginarios, porque no habrá más hasta que se ponga en marcha la nueva norma, acudamos a la lógica para pensar en que sí habrá más espacio para estar en buenas ocasiones frente al arco. Si bien es cierto que se está más cerca al gol, también es ineludiblemente claro que se está más en frente del portero.

Si aumentan las oportunidades de gol, también incrementa el peligro por choques entre el portero y los atacantes. Como ya va a ser tan probable que el delantero esté habilitado, habrá también más guardametas dispuestos a salir a cortar. En esas situaciones al límite hay menos prudencia y precaución. Los jueces de línea están llamados a dejar terminar la jugada y luego sí avisar del presunto fuera de juego. Está claro que habría más colisiones y, lo peor de todo, inútiles ante un fuera de juego milimétrico que no puede ser señalado antes.

Otros efectos adversos, como la reducción de los remates de media distancia, son probables ante la preferencia de pases al espacio para aprovechar la nueva ventaja de los atacantes. De otra parte, lo de mejorar el espectáculo a punta de goles puede no resultar tan bien. Si un gol causa tanta emoción es precisamente porque no es lo más común. Ver resultados, se me ocurre, de 7-6 podrá ser atractivo al inicio, pero con el tiempo hará que los goles se vuelvan parte del paisaje. Cambiar la regla del fuera de juego no es solamente una amenaza física, sino emocional para nuestro querido fútbol. Todo un desastre.

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